quarta-feira, 29 de julho de 2009

GUSTAVO OTT


EL FUTURO IMBECIL


Gustavo Ott.

Se dice que antes el futuro era más sencillo. Hace apenas cien años no
tuvieron problemas para aventurarse a predecir, casi con exactitud, cómo
seria nuestra época. En 1895 la revista Ciencia Popular definió el Siglo
XX como "...de la información", mientras que los socialistas franceses
aseguraron que el dinero desaparecería sustituido por algo que llamaron, por
vez primera, ".. tarjetas de dinero o crédito" y que los ciudadanos que la
tuvieran serian tan felices que ni siquiera la utilizarían demasiado.
Por cierto, y según mi deuda con VISA, ese no es mi caso.
Porque antes el futuro era más sencillo. H. G .Wells vaticinó que habría
menos enfermedades y las casas serían más limpias porque los arquitectos
"harían finalmente las esquinas redondas, para poder barrer". Wells era un
entusiasta del futuro. Pensaba que, aunque veníamos de la era del bronce y
del hierro, el siglo XX sería "el del tiempo libre".
Era lógico que Wells estuviera tan contento y optimista. Le iba bien. Era
uno de los escritores más vendidos del momento. El fin del siglo 19 le
sorprendió joven, despierto y soñador. Para él, también el futuro era
sencillo.
Luego, como todos, envejeció. Llegó lúcido a los 70, pero la literatura
fantástica pasó a un notable ultimo puesto. De la mano de Joyce y Proust el
futuro se volvió un tanto más incierto. Wells comenzó a enfermarse, ya no le
pedían tantos autógrafos ni lo invitaban a tantas fiestas. Y en medio de las
celebraciones por los primeros 25 años del siglo XX, volvió a vaticinar el
siglo. Pero ahora, todo era distinto.
A los 70 años sentenció el siglo como "..el último de la vida del hombre".
La naturaleza colapsaría, habría tantos habitantes (50,000 millones se
atrevió a decir) que los continentes perecerían de hambre. Corrigió todas
sus profecías de treintañero y le auguró una vida corta y dilatada a la
literatura, la cual llegó a señalar como "inútil frente a la edad de las
cosas". En fin, que Wells, mientras más viejo se ponía, pensaba que el mundo
también y que con irse él, pues todo terminaría.
Está de más decir aquí que Wells se equivocó. No sólo el mundo no ha
colapsado -vaticinó que sería en la década de los 80 -conocidos como "los
años perdidos" entre otras cosas, por aburridos- sino que ahora el hombre
moderno vive mejor. Los habitantes del planeta siguen siendo los mismos
6.000 millones de hace treinta años y la población ni siquiera está
creciendo. Los desatinos de Wells terminaron como los de Shakespeare, mas
bien graciosos, misteriosas.
xxxx
Sin embargo, de todas sus coquetas maldiciones, una de ellas parece evidente
en la obra y el artista individual del nuevo siglo, cada vez más "inútil
frente a la edad de las cosas". Me refiero al papel de la obra creadora y
del perfil de escritor -y hasta de su pensamiento- que, inspirado en el
actual conflicto de Kosovo, me lleva a pensar que Wells, viejo y todo, no
estaba tan equivocado.
EL IMPERIO DE LA VELOCIDAD
La obra europea primero y latinoamericana después -imaginada a su imagen y
semejanza- se presenta desprovista de cualquier tentación de futuro y su
contenido, bastión de las ideas modernizadoras en un tiempo, se ha
convertido precisamente en la esencia de lo moderno, es decir, en imbécil.
Embriagados por su propia superficialidad, la obra de arte parece encadenada
a reacciones automáticas. Clonando a los medios de masas, copiándose en el
mercado, repitiendo lo mejor de sus clichés, parece más bien un frágil e
inútil florero de la intrascendencia y la nadería. Un florero que, ante
cualquier turbulencia, se despinta, amenazando con romperse ya no una vez,
sino cientos de veces. Esa es su cualidad y su truco: se hace y deshace,
promete y entra en crisis, otorga y usurpa de manera permanente, a
conveniencia. Quiero decir que, como sus antiguos impostores de la ideología
y ahora el mercado, el arte se ha vuelto populista.
Esta visión banalizadora parece el resultado de una urgencia en el presente
tan convulso, precipitado pero predecible, donde sólo la velocidad es
tangible. Esta urgencia traspasa la reflexión e imprime un tono esporádico
al pensamiento.
La velocidad impone realidades que no esperan, procesos que no aguardan. Nos
levantamos a la 6 a.m. en el sueño de la postmodernidad pera encontrarnos
violentamente al mediodía del deconstructivismo brutal. Segundos después
enfrentemos la edad media y luego , el futurismo de la post-tarde, el
trafico expresionista, la cena antigua y una noche con Internet. Ya no
veinticuatro horas sino ocho -mucho menos que eso- en una linealidad
intermitente que también avanza al revés. Es la cuenta atrás de
Baudrillard que nos remiten a ese reloj donde se van contando los miles de
millones de segundos que nos quedan ya no hasta la muerte, sino desde la
muerte hasta hoy. Como la Torre Eiffel o Trafalgar Square, que cuentan los
minutos hasta el fin del siglo que, finalmente lo explica y resume el
número cero .
Todo en una catarata de símbolos escalofriantes por pasajeros, símbolos
concatenados y rutinarios, inmensos pero pasivos. Símbolos sobrexpuestos,
desde los "mass media" hasta el intelectual de Le Monde, atrofiado por no
significar nada.
Tecnologías fragmentadas y reglas fragmentadas establecen ideales
fragmentados en individuos fragmentados que quizás desean vivir con otros
fragmentados también, pero su deseo es que se le deje solo, rotos en
todas sus piezas e incapaces de hacer y pensar a tiempo.
EL CREADOR Y EL PUBLICO QUE SE MERECE
Una despreocupación avanzada sobre el futuro y la compra de trascendencia
empaquetada ubica al consumidor de arte ya no solamente como receptor de
mensajes -todos sublimes, todos artísticos- sino más bien como un comprador
compulsivo a través de la adquisición del arsenal fetichista del arte o de
su lenguaje liberador -y hasta revolucionario.
Música clásica, bibliotecas perdidas, pequeños cafés con ambiente bohemio,
criticar a los medios de comunicación, escribir en servilletas, ser
antiyanqui , ir a los limites, Mozart , Shakespeare, Picasso. Todos en una
forma de utilización inteligente que ha pasado a ser la mejor manera de
liberarse, desde el yuppie Europeo que pide a gritos detener los giros del
marcado hasta el marginal latinoamericano sediento de justicia social. En
sus preocupaciones el valor de lo exterior no se discute .
Creadores y obras de artes como noticieros o periodistas. Seres cómodos con
respuestas automáticas y veloces al tema del amor, la soledad, Dios o la
muerte. Frases hechas, leit motiv, diferencias superficiales, repeticiones,
analogías banales, ausencia de lenguaje y lugares comunes se encargan de
establecer un metalenguaje comprensivo, siquiátrico, especie de terreno de
nadie donde nos hemos puesto de acuerdo para entendernos o por lo menos ,
pretender que lo hacemos : no decimos nada, mientras miramos hacia otro
lado. La crisis de Kosovo y la respuesta de intelectuales y creadores -
Handke incluso escribió una obra pro-serbia- es el mejor y actual de los
ejemplos.
Raul Alfonsín decía que "los vivas a la muerte son síntomas de sociedades
totalitarias". La frase es bella pero como todo lo hermoso, tiene mucho de
ingenuo. ¿No serán esos "vivas a la muerte" del autor pro-serbio o pro OTAN
europeo una forma radical, progresista, disidente y crítica de apreciar los
hechos contados por el héroe-idiota-clon de los medios?. Después de todo,
somos espectadores y artistas " muñeca de vudú" pinchada para que, en lo
mejor de nuestro conocimiento contemporáneo, es decir, la superchería,
accionemos remedando el dolor.
Un dolor que nos obliga a llorar casi siempre frente a los alumnos - o, si
tenemos suerte, en cámara- sobre los temas más irrelevantes relacionados con
la literatura y la obra creadora. Un llantén interminable que intenta
encontrar los responsables de las carencias del intelectual de hoy en casi
todos los protagonistas del mercadeo, politicas oficiales, prensa y en
especial en editoriales y revistas especializadas. Como Wells, el fin de una
época, la angustia milenarista, nos arrea hacia una percepción cómoda.
En la Argentina las nuevas generaciones de teatretros han sido borradas por
la generación anterior, anclada en los privilegios del poder. En España,
comenzar a escribir es todo un infierno, no hay dramaturgo de los mayores
que no niegue lo que se hace hoy y hasta lo que se hará mañana. Para Buero,
Gala y compañía, el teatro actual se va con ellos. En México han borrado
literalmente cualquier esfuerzo proveniente de los creadores nuevos. En
Venezuela, quiero decir de una buena vez, que eso no ha sido así. Aunque
hubo y hay intentos, el teatro de relevo, joven, como quieran, se sigue
desarrollando. En algunos casos, no sin cierta altanería, que, si bien fea,
por lo menos demuestra confianza en si mismo. Quiero decir que en algún
lado, hay grandeza. Nada menos
Esa grandeza permite que nuestra relación con la generación anterior y la
anterior a la anterior sea cordial. Permite que el nuevo teatro pueda
escribir mejores páginas sobre sus antecesores y sus influencias, e incluso,
estudiarla sin rubor. Le da espacio y peso literario a los que ya fueron,
porque al final de todas las cuentas, no hay figura literaria que no posea
escuela, que no deje alumnos, que no se vea en su relevo.
Sin la relación cordial, el pasado no nos interesaría . En el
enfrentamiento, simplemente sustituiríamos a Alvaro de Rosson, Alberto de
Paz, Santiago Magariños o Juana Sujo por algún francés, que son los que
menos de moda están. Invalidaríamos a Peterson, no nos emocionaría el TU de
Curiel, ni el sabio Calcaño, no respetaríamos al maestro Rial ni la leyenda
Giménez, no envidiaríamos al ultimo Santana o Chocrón, no temblaríamos
ante lo mejor de Cabrujas ni ante los títulos ya musicales de Chalbaud.
EL IMPERIO DEL MAL Y
EL ESTILO MACABRO LATINOAMERICANO
La velocidad impone estados de ánimos, caracteres, juicios y actitudes de
las que nos avergonzamos al cruzar la esquina. La rapidez banaliza nuestra
vida, triturándonos de intrascencendencia. En la lógica de los
acontecimientos perversos, pienso en la obra que indaga sobre la violencia,
esa que ofrece la resistencia suficiente a la superficie. Porque es en el
Mal donde los mecanismos de idiotización pierden el control.
El Mal posee una acepción pastoral, el Mal promete y cuando no satisface las
expectativas entonces es capaz de adelantar los extremos. Supervivencia y
conservación, pertenencia y pensamiento parecen obligarnos a entender la
violencia como héroe y el Mal como escudo. La crueldad -o su combate- nos
hace sentir que estamos vivos.
¿Qué sucederá cuando el Mal se deslastre de su rol sagrado?. La obra de
arte latinoamericana- -y quisiera decir que muy especialmente su dramaturgia
más no su pensamiento- ha encontrado en este tema un estilo poético hacia
lo macabro, una veta identificable en Sao Paolo, Rio, Ciudad de Mexico o
Caracas, sitios donde el desinterés patético por la vida encuentra
resonancias únicas frente al "politically correct' americano o a la
conspiración del consenso europeo.
Una ausencia de sensibilidad inexplicable en el concierto optimista del
primer Wells , la CEE o Wall Street . Desde Rubem Fonseca a Rodolfo
Santana, el ultimo Wells, el apocalíptico, el encabezado de errores, se nos
hace más propio y menos idiota por equivocado. Las palabras de la literatura
latinoamericana actual nos muestran una despreocupación aterradora por los
seres humanos que quizás en otros lugares lograron dejar a un lado con la II
Guerra o CNN pero que en nuestras ciudades es doctrina y acto de fe.
Hemos descanonizado el pasado sobre las aspiraciones del presente, hemos
abierto el envasado de la gran cultura y hemos vaciado también su contenido
hasta quedarnos con nada o casi nada. Latinoamérica parece encontrar en el
tema del Mal un nuevo y prolífico campo de resistencia, como lo hiciera en
su percepción de lo real el Boom de los 60. Es un estilo macabro,
impermeable al mundo desarrollado, a las consciencias light, a los
pronosticadores del futuro.
Sin embargo, en el terreno de esa latinoamerica -empeñada en el fracaso y
en desperdiciar todo el siglo XX- hay una convivencia entre el Mal y la
misma velocidad, ambos en una dinámica que nos hacen concebir la
trascendencia en la acción. La acción a la manera de la imagen y su despojo
ético. De nuevo, el Mal termina por expulsarnos a todos -todos Kosovares,
todos Serbios, pero todos latinos o hispanos- del otro lado del televisor
y nos posee no con su capacidad de seducción o belleza o sensualidad, sino
desarrollando lo que jamás pensamos que podría degenerar el Mal, es decir,
con lo mejor de la Europa post-violenta de hoy: su cretinismo.
El Mal llega entonces también a ser imbécil, en uno de las
transformaciones más espectaculares logradas jamás por las conductas y el
pensamiento humano. Es Fujimori retratado entre cadáveres, ondeando la
bandera peruana, con su chaleco antibalas y su radio ,recordándonos a los
héroes del cine. Fujimori y su Rambo-performance dan un sentido repugnante
pero interesante a las palabras de Leah Rabin cuando asesinaron a su esposo,
el primer ministro israelí. " el real enemigo de las ideas liberadoras,
son los medios. Su negocio es inventar una realidad a conveniencia,
producir una noticia, y convencernos de su verdad, de la manera que sea..."
Era lógico que Wells estuviera tan contento y optimista con el siglo XX.
Para él , también el futuro era sencillo. Entre nosotros, no lo estamos
tanto. Confieso que me gusta más la visión del ultimo Wells, quizás porque
lo veo más nuestro, más en español, hasta más macabro. Ese Wells incrédulo,
enemigo de los avances, de los rincones y las tarjetas de crédito. Alguien
me asegura que esa obra del Mal no gustará en Europa porque allí " no hay
pobres ni niños asesinos ni crímenes del corazón". El telediario aséptico,
cuando baja el raiting, saca de vez en cuando esa otra cara violenta de
Occidente.
En la paranoia de los mercados, los medios y las democracias
representativas, los índices de inflación y ahora el virus del fin de
siglo (Y2K), la obra de arte y el creador, el futuro no parece para nada
difícil. Ni siquiera peligroso. Quizás, el problema político y literario
del futuro es que se presenta como demasiado imbécil.
Gustavo Ott

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